Entró
en la habitación cuando estaba oscureciendo y no reparó en la cuartilla doblada
que descansaba sobre la mesilla de noche. Colocó la americana en el galán y, al
encender la pequeña lámpara, arrastró el papel que acabó abierto en la
alfombra. Reconoció de inmediato la apretada letra de su compañera y ese
detalle, unido a la ausencia de su esposa a aquella hora, colocó un mal
presagio en medio de lo que parecía otro atardecer más. Cuando empezó a leer,
la sangre se le congeló en las venas y un escalofrío anidó en su espina dorsal
para siempre. La carta decía así:
La verdad, por muchos años que han pasado,
nunca aprendí a encabezar una carta. Todos los comienzos me parecen mal y me
resultan o demasiado formales o demasiado joviales. Por eso he optado por suprimir
el saludo. Como supongo que estarás sorprendido y no quiero dar muchos rodeos
-siempre recuerdo que me insistías desde novios "vete al grano, para decir rábanos no hace falta recorrer todo el
huerto"- te lo explico muy rápido: me voy olvidando de ti y te estoy
dejando de querer porque él ha entrado en mi vida arrasador como un ciclón.
En parte, me recuerda a ti, a nosotros cuando
nos enamoramos. Él lo engulle todo, todo lo sobrepasa. No hay antes ni después,
solamente el instante que enciende, arde y se consume en un parpadeo. Con él no
existe nada más, ni nadie, igual que nosotros nos echamos uno en brazos del
otro sin importarnos nada. Todo lo que fuimos, lo que nos quisimos, es capaz de
devorarlo y reducirlo a cenizas.
Estoy viendo tu cara de sorpresa en este
momento y la forma en la que vuelves atrás una y otra vez pensando que te has
saltado algún párrafo. No bromeo, te lo aseguro. Y mucho menos me he vuelto
loca. Al contrario, creo que nunca he estado tan lúcida y eso me hace ver con
meridiana claridad la realidad y por eso te pido que nos adaptemos juntos a
ella. Sabiendo que va a doler y que dejaremos jirones de alma en el alambre de
espino que se despliega desde hoy entre nosotros.
Sabes de sobra cuánto te he querido. Sabes
que, desde que nos conocimos, el amor que sentía por ti llegó a hacerse
doloroso en su intensidad y que todas las horas del día se me hacían cortas
para compartirlas contigo. La verdad es que también me he sentido muy querida
por ti y aún hoy, casi cuarenta años después de nuestro primer beso, sé que me
sigues queriendo con locura. Además, con sinsabores y penas, no hemos tenido
una mala vida juntos, porque hemos sido capaces de aprovechar todos los
resquicios de felicidad que nos hemos encontrado. Pero lo cierto es que todo
aquello se va alejando de mí ante la realidad que vivo ahora.
Ahora. Eso es lo que quiero paladear, ahora.
Desde que él llegó a mi vida, tu cariño se ha ido emborronando más y más y todo
el amor que nos hemos dado se ha ido aparcando en una calle que ya no tiene
salida. Pasan horas sin verte y ni mi acuerdo de ti porque estoy sumida
completamente en él y en lo que él me exige. No, no te rías pensando que no
tengo edad para esas cosas, porque estas cosas me están pasando. También tienes
que tener claro que no hay vuelta atrás. Sabes que me entrego sin reservas y
esta vez no va a ser una excepción: todo mi pensamiento, todo mi ser será para
él. Es un amante muy exigente y no deja resquicios para que pueda pensar en
nada que no sea él y de momento, aún puedo escaparme de su tiranía para
sincerarme contigo y recordar juntos algo de lo que hemos vivido y se perderá como lágrimas den la lluvia, que dicen
en tu película favorita.
No te voy a engañar asegurándote que todo lo
que está pasando no me importa y que me dejo llevar sin más. La vida, a veces,
toma caminos que no están en los mapas. Pero todo se acaba aceptando y más lo
inevitable. Cada día que pasa soy más suya y menos aquella a la que has amado y
que te amaba. Por eso te estoy escribiendo ahora esta carta antes que él, el
alzheimer, arrastre por el sumidero de la memoria mis últimas palabras y mis
últimos sentimientos. Porque hoy, ahora, aún puedo decirte que te quiero. Mañana tal vez no.
Ya ves el caso que le hago al facebook, que me acabo de enterar de que tienes un blog desde finales de septiembre. He sentido curiosidad por leer algo de lo que habías escrito y he terminado poniéndome al día. No he descubierto nada nuevo, porque ya sabía que escribes como los ángeles. Tenías hasta club de admiradores en aquél periódico (Off Side News) que narraba las crónicas de los partidos de aquél juego virtual de fútbol (Ciberliga) en el que nos conocimos. Juntos conseguimos que aquellos chavales que podían ser nuestros hijos, cuyas apetencias literarias en muchas ocasiones les llevaban a llamar tocho a todo aquél escrito que sobrepasara las cinco líneas, se engancharan con su colaboración a nuestra ilusión de sacarlo adelante. Y vaya si lo logramos.
ResponderEliminarMe ha encantado esta carta de amor y por eso quiero dejarte en ella el testimonio de mi admiración por lo que acabo de descubrir. Espero no te importe que ponga un enlace desde mi blog, para poder mostrarte a quienes conociéndome a mí todavía no han tenido la suerte de descubrirte como escritor y como persona.
Un fuerte abrazo, Ricardo.
Me pongo de pie y saludo a quien considero mi maestro, no por edad -que bien próximos estamos-, sino por sapiencia y bonhomía. Estoy encantado con cada nuevo lector y, aún más, con que me enlaces a tu blog del que soy admirador y seguidor. Si soy capaz de hacerlo, jejeje, enlazaré desde éste con el tuyo.
EliminarPor cierto, siguiendo una vez más tu estela, voy a intentar darle un barniz un poco más colorido a mi sosa presentación.
Un abrazo enorme, amigo.