sábado, 28 de septiembre de 2013

No soy nadie para dar lecciones, pero…

 

Después de meses sin mantener conversación con este mi blog y seguro servidor de mi media docena de amables lectores –hoy me he levantado especialmente optimista-, los sucesos que pasan a mi alrededor me empujan al desahogo del teclado y a provocar el martirio de los que osen adentrarse en la lectura de las ocurrencias que les voy a participar.

Para empeorar más las cosas, mi conocida y no por eso aceptada situación laboral, me ha reconvertido de aspirante a enseñante a practicante del pupilaje, en palabras llanas, de maestro a alumno. He de decir que la nueva situación me resulta casi tan gratificante como la antigua: enseñar y aprender son dos caras de la misma moneda, una no es posible sin la otra. Eso sí, la falta de uso de mis capacidades como docente, va a impregnar el contenido de esta entrada y me empuja a plantear premisas, desarrollar hipótesis y alumbrar conclusiones. Espero no aburriros en exceso.

Me he pasado estas últimas semanas dándole vueltas a por qué somos como somos o, por lo menos, por qué hacemos las cosas que hacemos. ¿Quiénes? Nosotros, los españoles… Intuyo bufidos de desaprobación entre mis incondicionales. Pues anda que éste… Ya va otra sarta de tópicos… Eso no le interesa a nadie… Os pido un poco de cuartelillo.

Con los riesgos que supone generalizar, creo que hay una serie de comportamientos y formas de afrontar lo que pasa que, por habituales, caracterizan eso que podríamos llamar “lo español”. Sin ánimo de dar lecciones ni de provocar enfados, invito a los me hagan el regalo de leerme a reflexionar sobre los puntos que voy a plantear.

Despertando conciencias y atenciones, os diré que creo que la culpa de los defectos que voy a enumerar y que caminan inseparablemente ligados a nosotros la tiene nuestra pasión y afición desaforada por el fútbol. Valga como coartada que, como saben los que me conocen, yo soy el primer aficionado al llamado deporte rey. Tengo el corazón blanco, blanco y el alma merengue, pero trato de huir del forofismo y de la cerril defensa que los hinchas hacen de los suyos. Disfruto con fruición de los éxitos balompédicos de los últimos años, pero reniego de todo el hooliganismo que rodea al balón. Bueno, dejo de divagar y paso a explicarme.

En general, los españoles no valoramos el esfuerzo y el trabajo constante, dejándonos epatar por los fogonazos de improvisación y las soluciones de última hora. Hablamos de todo sin saber de nada, especialmente de aquellas cosas de las que pontificamos con más vehemencia. Habitualmente, afrontamos muy mal la derrota, no sabemos perder, echando la culpa hasta al empedrado. Aquí se respeta poco al que sabe, al que organiza, al que juzga, generalmente desde el desconocimiento más burdo; se apuesta por la individualidad, frente al trabajo en equipo; se buscan los atajos, aplaudiendo a los tramposos que evitan dar una palada de más; la planificación, el ensayo, el conocimiento, son superados en adeptos por los brindis al sol, el dejarlo todo para última hora y el vivir de las rentas; no se respeta al rival, se menosprecian los saberes ajenos, se engrandecen falsas virtudes o se cae de golpe en la absoluta de las miserias… Y me paro, porque si sigo la enumeración, creo que nos vamos a deprimir todos.

Y ahora la relación con el balompié. El forofo del fútbol, a diferencia de los aficionados a otros deportes –si lo pensamos bien, otros deportes no dan apenas hooligans- menosprecia al rival antes del partido, apostando por la goleada que se le va a endosar sea quién sea y tenga los galones que tenga. En general, ignora casi todo de las reglas del juego y le preocupan poco los aspectos tácticos o técnicos de su deporte favorito; si lo comparamos con el seguidor de, por ejemplo, el baloncesto, el hockey sobre patines o el rugby, es un analfabeto deportivo. En cuanto al desarrollo del juego, quizá sobrevalorado por la aparente dificultad de manejar un balón con los pies y teñido por la emoción de resolverse en el último segundo con un gol ilegal, casi todo vale para ganar, sin someter el cómo a un análisis realista que desmonte mitos como el de la agresividad, la pillería o el uso de cualquier artimaña para detener el reloj o el juego. Y acabado el partido, no hay más que dos opciones: ganar o ganar de como sea, porque la derrota siempre se deberá al árbitro comprado por el rival, al inútil del delantero centro que no le da patadas ni a un bote o al torpe del entrador que no distingue el 4-2-3-1 del 4-4-2 o del 4-3-3 …

Como ya he dicho, la comparación con cualquier otro deporte tanto de los llamados minoritarios como de los que arrastran a grandes masas –hay vida después del fútbol- deja en muy mal lugar a los futboleros. Y es fácil trasponer las características enumeradas en el párrafo anterior y casarlas con los defectos hispánicos reflejados más arriba. Pensadlo. No se trata de abominar del fútbol –insisto, ¡me encanta!-, pero sí de aquellos rasgos que van notoriamente de la mano con su contemplación extática y que envilecen al que se presenta con ellos por bandera. Y al argumento fácil de que hay muchos otros países con la misma afición balompédica que no muestran esas mismas querencias hispánicas, la objeción es sencilla: ¡¡nosotros somos Campeones del Mundo!!

Sonreíd y sed felices. Abrazos para ellos y besos para ellos.

Post scriptum

1.- Creo que está próxima mi derrota. Pero aún así, no voy a cejar en el empeño y pienso dar batalla hasta el final de mis parcas fuerzas. Una discusión, una decisión, una postura, una idea, un propósito, un momento, una opinión…. nunca pueden ser puntuales. El siempre sabio DRAE dice: Puntual: 1. Pronto, diligente, exacto en hacer las cosas a su tiempo y sin dilatarlas. 2. Indubitable, cierto. 3. Conforme, conveniente, adecuado. 4. Que llega a un lugar o parte de él a la hora convenida. 5. Perteneciente o relativo al punto. 6. Que se considera como originado o situado en un punto.

En todas las definiciones que he presentado, no aparece concreto, momentáneo, ni nada parecido. Por favor, las palabras significan lo que significan y por el hecho de repetir muchas veces algo más expresado, no se convierte en correcto. Y me vale, perdón por la petulancia, que hoy no pretendía dar lecciones a nadie…

jueves, 13 de junio de 2013

Tiempo de balances

 

A todos nos gusta aprovechar determinadas fechas para repasar acontecimientos, revivir momentos y poner etiquetas de bueno o malo. Quizá nace de esa fijación malsana que sentimos por esa convención tan engañosa a la que llamamos tiempo y sobre la que construimos aniversarios, celebraciones y… cumpleaños. ¡Ah! Antes que se me olvide decirlo por sumergirme en otras piscinas procelosas, mi reciente onomástica no va a provocar el cambio de nombre del blog: así creeré que estoy repitiendo curso hasta que consiga aprobarlo. O que no cumplo. O que se ha parado el reloj. O que…

Vuelvo a los balances. Los últimos doce meses. ¡Uf! Las palabras que me vienen a los dedos nos son muy adecuadas para el público infantil que pueda leerme. Vamos a dejarlo en que ha sido duro, con muchos altibajos emocionales. Eso sí, no más que el de otros y otras a mi alrededor, dentro y fuera de mi entorno y a lo largo y ancho de todo mi pobre país. Lo curioso es que cuando ves en otr@s los síntomas del mal que te ataca periódicamente (falta de confianza, desánimo que ronda la desesperación, sensación de fracaso, malhumor, ganas de abandonar la pelea, etc.), te das más cuenta de lo injusto que se es a veces con uno mismo y encuentras argumentos que te cuesta aplicarte a ti.

Tengo cerca a personas jóvenes, bien preparadas, con todos los argumentos a favor para desarrollar una carrera profesional en cualquier campo que se propongan y las veo languidecer con los pies trabados por días idénticos de los que parece no haber salida. Y como estribillo recurrente, la tentación permanente de quitarse valor, de verse inferior, falto de preparación, de recursos, de experiencia… Como dice el anuncio de la tele, ¡¡error!!

Vamos a cambiar el chip. Vamos a hacer de arietes con los que consideramos nuestros puntos débiles y con ellos derribaremos los muros que nos pongan delante. Demóstenes era tartamudo y recitando con la boca llena de pequeñas piedras, declamando mientras corría cuesta arriba y gritando en medio de la tormenta, llegó a ser uno de los mejores oradores de la Gracias antigua y convirtió su nombre en un símbolo de la elocuencia verbal. Sócrates, futbolista brasileño de leyenda, medía 1,93 metros y calzaba un 37 de pie, lo que provocó que sus primeros entrenadores dudaran de sus capacidades para el fútbol y, a la vez, lo que le convirtió en un virtuoso del balón. Hellen Keller, sorda y ciega, triunfó como escritora. Beethoven siguió componiendo muy limitado por la sordera…

Hay una enseñanza muy sencilla: todos valemos mucho más de lo que pensamos que valemos en los malos momentos. Llora, pide, pelea, ama, corre, crea, sube o baja, pero nunca te infravalores. Tienes muchos años, eso te da experiencia; eres joven, tienes toda la vida por delante. Tienes carencias de formación, ya estás en el camino si eres capaz de reconocerlo, llena tus lagunas con conocimientos. Afortunadamente, la globalización pone en la pantalla de nuestro ordenador caudales de información (idiomas, informática, ciencia, humanidades) ¡¡gratuita!! Es verdad que los malos momentos son malos de verás. Es verdad que, a veces, parece que no vamos a salir del pozo. Saldremos. Lo haremos.

Cada uno de nosotros somos la palanca para mover nuestro mundo. Eso sí, no se puede caer en la autocomplacencia y dejar de lado a los que nos quieren. Hay que apoyarse en ellos. Pedirles ayuda para que porten el candil esos días horriblemente oscuros. Pedirles perdón cuando el desánimo nos vuelve injustos con los que tenemos al lado. Pedirles un abrazo sin rubor. En los malos tiempos que corren, no somos nada sin amor al lado.

Si me pongo a releer lo escrito, veo que mi balance se está convirtiendo en uno de esos libros de autoayuda que nunca leo. Corro el riesgo de sufrir mi propia medicina y que ningun@ de mis pacientes lectores sea capaz de llegar al final de estas reflexiones. Me estaría bien empleado, jajaja. La verdad, a medida que escribía, me iba alejando de la intención inicial de hacer balance, sobre todo porque adolece de un fallo garrafal que pondría los pelos de punta a todos mis profesores de contabilidad: el debe no cuadra con el haber. Tengo tanta buena gente que me quiere y me lo demuestra, que me aguanta los vaivenes del alma, que me sostiene y me tiende la mano para levantarme cada vez que, lo creo sinceramente, no tengo derecho a quejarme. Las cosas podrían ir mejor, es verdad. Pero también podrían ir peor…

En el activo del último año (recuerdo para los no iniciados que me refiero a lo que tengo, a lo positivo) está el disfrute de cada minuto que Eva nos regala. Compartir con ella sus fantasías, sus dudas, sus preguntas permanentes, es un don con el que la vida nos ha querido compensar por los regates que nos había hecho en ese terreno. Y, afortunadamente, los regalos continúan y este momento grisáceo, otros de mis “casi” hijos van a hacerme de nuevo “casi” abuelo (jo, con lo que joven que soy, aún). El milagro de la vida que, por suerte, no cesa de repetirse. Buen presagio. Anticipo de tiempos mejores que desequilibra la balanza en favor de las cosas buenas que da la vida…

Os dejo, por hoy. Besos para ellas y abrazos para ellos.

Post scriptum

1. Algunos lectores han creído que las historias recogidas en la entrada anterior del blog eran ficticias o meros recursos literarios para ilustrar mis comentarios. Por desgracia, las vivencias que se cuentan son verídicas y aún reflejan pálidamente la realidad de aquellos años terribles.

2. ¿Qué pasará con la relación de Tristana y Rey si, de repente, mientras él da vueltas al patio de luces y proclama a voces su recién nacido amor, se presenta en la puerta de su piso Doña María de la Transfiguración Rey de Reyes, a la sazón mamá del muchacho…?

martes, 30 de abril de 2013

No hemos aprendido nada

 

Hace un calor asfixiante, incluso para lo habitual de un mes de julio. En una humilde casa de un pueblecito del norte de España, una mujer asustada y sus muchos hijos intentan dormir a pesar de los estómagos vacíos y los corazones afligidos: el padre acaba de huir a las montañas avisado de intenciones perversas. Una amenaza intuida por el hijo mayor en una conversación descuidada, le salvará la vida.

Desconfiando de tal huida, los bárbaros no cejan en su macabro empeño y al amparo del sopor de la madrugada y del anonimato de la oscuridad, prenden fuego a los cuatro costados de la vivienda, esperando que el fugitivo aparezca entre las llamas. El calor, el miedo y la suerte, hacen que la madre y los hijos reaccionen en sus duermevelas hurtando sus cuerpos a la voracidad de las llamas y contemplando la obra de los valientes entre las lágrimas provocadas por el humo y la rabia. Pasados un par de días, el balance de la razzia es desolador: la propiedad reducida a escombros (casa, pajar, cuadras…), los parcos enseres quemados o inservibles, los animales domésticos muertos y, por si perder lo poco que uno tiene no fuera bastante, la mujer aborta el bebé del que estaba embarazada y uno de los pequeños, de apenas unos meses, acabará muriendo debido a las lesiones provocadas por el humo.

Por desgracia, las alimañas nunca ven saciado su odio. No han pasado ni dos semanas, cuando las fuerzas vivas del pueblo programan una manifestación de adhesión a los sublevados y desagravio a la bandera. Eligen a las esposas o novias de rojos muertos o huidos, les rapan el pelo al cero y las pasean por toda la villa cargando con banderas rojigualdas descomunales. La mujer de nuestra historia, a pesar del peso y de la impotencia, camina erguida en primera fila con su hijo de cinco años prendido de su mano. Al llegar al final del calvario, enjuga las lágrimas del niño y masticando bilis le dice: No llores, que es un orgullo que nos dejen llevar la bandera de España… Solamente muchos años después, el niño entenderá que el alarde de chulería no fue más que un escudo frente a las fieras y un intento exitoso de apartar los ojos de los malditos de su familia. Efectivamente, al menos por un tiempo, las bestias dejaron de molestarlos…

Del otro lado del mapa, al sur, no hace menos calor y el salvajismo también se extiende por la tierra como una marabunta de pestilencia y náusea. Aquí el cuadro que observamos tiene pinceladas diferentes. La casona es enorme, bien amueblada y con una despensa que haría salivar de envidia a la familia del norte. En vez de animales domésticos hay un coche a la puerta y al ajuar no le falta de nada, envuelto en gasas y ropones. Lo único en común son las risas de los niños –vigilados aquí por amas de cría e institutrices- y el temor que se mastica en esos días finales del mes de julio.

En este hogar falta el hermano mayor, preso por facha y católico. Por desgracia, la incertidumbre y la manipulación a su familia sobre su porvenir va a durar muy poco: vilmente asesinado, las turbas enardecidas pasean por el pueblo su cabeza clavada en un palo entre cánticos y vítores que avergonzarían hasta a los animales si tuvieran esa cualidad. Ya puestos, milicianos y milicianas borrachos y armados entran en la casa enardecidos por la valentía de acabar con toda la familia. Sorprenden a los niños en el baño y acaban discutiendo entre ellos divididos por la ignominia de asesinar a los pequeños a sangre fría o dejarlo para una ocasión mejor. Esta vez la moneda cae de cara. Rodeados de muerte, esos niños y niñas vivirán para no olvidar nunca aquella tarde noche, serán expulsados de su hogar y el camino de sus existencias quedará marcado y transformado para siempre…

Seguro que al empezar a leer, muchos habéis pensado, ¡vaya, más de lo mismo! Los que me conocen bien, saben que no suelo hablar de estos temas. Los hechos están ahí, el baño de sangre, las monstruosidades, los abusos. Conocer lo que pasó no quiere decir vivir anclado en ello. Todos los españoles tenemos muertos y maltratados de uno u otro bando e, incluso, de los dos en la misma familia. Un día, allá por los finales de los años setenta, pareció que se cerraban páginas y que se ponían las bases para ir cicatrizando heridas. El tiempo nos ha hecho retroceder.

Estas dos pequeñas historias que he comentado, forman parte de la Historia reciente de mi patria. A mí me llegaron contadas por sus protagonistas, que las vivieron en un momento en el que solamente se debería pensar en hadas y caballeros: el niño de cinco años que caminaba llorando de la mano de su madre rapada –mi padre, mi abuela- y una de las niñas que vio desde una bañera de latón como la muerte pasaba a su lado –mi suegra-. Ni uno ni la otra me transmitieron otra cosa que dolor y un estupor enorme ante lo que les había pasado. No recibí de ellos ni una micra de odio, de afán de revancha. Como no me lo enseñaron, yo no aprendí a odiar a los que piensan diferente o a aquellos que creen en esta o aquella forma de Estado o de Gobierno. Es sí, abomino de los asesinos, de los cobardes, de los que se amparan en la masa o en su poder para causar daño a otro.

Nunca les agradeceré bastante todo lo que me enseñaron, hasta las punzadas de dolor que compartieron conmigo. Pero todavía valoro más las lecciones de vida que recibí de ellos: pudiendo odiar, con motivos más que sobrados para ello, no lo hicieron y no permitieron que los que veníamos detrás lo hiciéramos. Y eso que a aquellos días de negrura, los siguieron otros de oscuridad.

El padre de la familia del norte, acabó su breve escapada detenido y condenado a muerte por rebelde –acusado también de matar al cura del pueblo, que ayudó a su puesta en libertad al escribir al Tribunal Militar para demostrar que estaba vivo-. La generosidad del régimen le perdonó la vida y lo alojó gratis varios años en el Hostal de San Marcos (hoy emblema de la red de Paradores del Estado), amenizados con palizas, sabañones, miseria y simulacros de fusilamiento a la luz de la luna… Simulacros cuando había suerte y los cargadores llevaban balas de fogueo. Cuando llegó la libertad y volvió a casa, los hijos pequeños no le reconocían. El único delito de este hombre fue afiliarse a un sindicato de ferroviarios y verse señalado por la envidia de sus vecinos.

La familia del sur lo perdió todo y emigró a otras tierras para empezar desde el cero absoluto. Perdieron al hijo mayor y todo su patrimonio. Nunca recuperaron ni un mísero céntimo, ello a pesar del triunfo de los que supuestamente eran los suyos. Por el camino quedaron jirones de salud física y mental y un regusto de temor que los supervivientes no perdieron nunca. La parte común de la historia es la envidia, la falta de civismo y la carencia absoluta de respeto por las ideas del otro. En una cruel burla de la vida, el difunto fue asesinado por uno de los que recibían su caridad. Profundamente creyente, repartía la mitad de su sueldo entre los pobres…

Han pasado ¡¡setenta y siete años!! Tristemente, mi país y muchos de mis conciudadanos parece que no aprendieron nada de la sangre y la miseria que arrasó la tierra. Tantos años después se atizan los mismos odios y se emplean los mismos calificativos para violentar al que piensa diferente. Se ponen en las balanzas los sentimientos por unos y otros muertos, se recuperan agravios y se emplea la cabeza para embestir. Cuando veo o leo “reflexiones” tomadas por el afán de revancha, los argumentos del ¡y tú más! y cuando yo tenga la sartén por el mango te daré para el pelo… creo que España y los españoles no tenemos remedio.

Nos está devorando la crisis, atizada por la incompetencia de los que nos mandaron y la estulticia de los que nos mandan. Por primera vez en la historia económica de un país, nietos, hijos y padres comparten un porvenir cantado: el paro. Y las tres generaciones se amparan al cobijo de las magras pensiones de los abuelos. Calles enteras de mi ciudad presentan todos sus negocios cerrados. Sabemos que este año será malo. Y el siguiente también.

Frente a todo esto, no queda más que remar todos en la misma dirección. Los políticos no nos van a sacar del pozo, porque no saben o no quieren hacerlo. Ha de ser la sociedad civil la que empuje, cambiando lo que haya que cambiar (leyes, Constitución), pero no retrocediendo treinta años para cobrar supuestas facturas no pagadas. Y esto es compatible con el respeto a los muertos –a los propios y, lo que más importe, a los ajenos-, el recuerdo y el dolor por el daño que nos causaron o que causamos. Si los que sufrieron el horror en su carne y en su sangre fueron capaces de sobreponerse y avanzar, ¿no vamos a serlo nosotros? Vamos a ponernos de pie y a caminar sabiendo lo que dejamos  atrás, pero mirando siempre para adelante.

Abrazos para ellos y besos para ellas.

viernes, 4 de enero de 2013

Algunas reflexiones pre y post navideñas

Hace demasiado tiempo que no escribo en el blog y eso que salís ganando. Generalmente, eso no es buena señal: por desgracia no es porque tenga o no tenga algo muy interesante que contar, ¡qué más quisiera!, sino relacionado con un estado de ánimo cambiante, muy de Géminis tri o cuatri polar. Y la falta de desahogo blogeril me suele tener meditabajo y cabizbundo...

Tengo que confesar que esta vez hay otra razón que es posible que suene a milonga para dar el cante. La última entrada del blog, hasta ésta que tienes delante de los ojos, desarrolla ¿el episodio final? de la tormentosa relación plasmada en la trilogía al cuadrado "¡Cómo me asombras Rey!". La realidad es que sus dos personajes casi cobraron vida propia y absorbieron por completo mi escasa creatividad, llevándome al sin vivir de elucubrar sobre los caminos a tomar por su siempre asombroso idilio. Como sabéis algun@s, todo empezó casi como un juego y un desigual pulso frente a la exitosa trilogía protagonizada por Cristian Grey, picado por el quijotesco empeño de demostrar a mis amigas admiradoras del pollo pera, que un producto más de andar por casa también podía llegar a sus corazoncitos (o a cualquier otra parte de su anatomía que ellas se propusieran).

Por ese contenido paródico y relacionado con las "Cincuenta sombras..." creo que la historia ha llegado a su fin tal como la he contado. O, que no lo descarto del todo, me meto a fondo a trabajarla e intento hilvanar un relato con todas las consecuencias. No lo tengo muy claro ahora mismo porque, la verdad, no tengo seguridad que dé para mucho más tal como está planteado. Gracias a mis ardientes seguidoras por su fidelidad, ánimos y empujones para llegar a la meta.

Tras este largo introito, voy al contenido que promete el título. Ahí van las reflexiones.

1. A vueltas con el espíritu navideño

Tuve una época en la que era más joven y tonto que ahora (evidente lo primero, más discutible lo segundo), en la que presumía de odiar la Navidad. Por motivos ahora inconfesables, muchos jugábamos al inconformismo despotricando del consumo y de los sentimientos ficticios de estas fechas. ¡Qué ridículo me veo ahora! Los años me han enseñado que lo único importante es lo que damos y recibimos para dentro de nosotros y de los demás. Y que si buscamos la justificación de unos determinados días para decir "te quiero" o para aparcar esta o aquella rencilla, ¡bienvenidos sean! Así que desde hace tiempo ya, no me corto un pelo: ¡ME ENCANTA LA NAVIDAD!

2. Una publicidad para reflexionar

Voy en el coche y oigo:
- Fulanita, ¿Qué tal se presentan estas Navidades?
- Muy bien, hemos conseguido un crédito para los regalos y vamos a pasar una Navidad fantástica.
Alucino. El planteamiento me parece reflejo del mundo en el que vivimos. Un crédito para los regalos... si al menos fuera para comer, lo entendería mejor. Y el anuncio se repetía tropecientas veces al día. ¿A eso se reduce todo? ¿Estamos tan manipulados que pedimos créditos hasta para lo superfluo?

3. El verdadero rescate

Hace meses que estamos oyendo hablar de "rescate", a los bancos, a las cajas, al banco bueno, al banco malo, a tal o cual Comunidad Autónoma, a España, al euro, a Europa. Y la base de todo esto, los ciudadanos de a pie, cada día más emputecidos, empobrecidos y abandonados. Si me fío por mi entorno y amigos de confianza, estamos en niveles de renta de hace seis y ocho años, pero con precios de servicios básicos de ahora, impuestos indirectos desbordados, copagos, tasas, etc.

Mi impresión es que la mal llamada "clase media", amplísima hasta hace no mucho, se diluye como un azucarillo y solamente van quedando los que se ven abocados a revolver en los contenedores al cierre de los supermercados y los encienden puros con billetes de cincuenta euros. Lujo y pobres. Miseria y ricos.

La receta mágica es entregar miles de millones a unos señores, los banqueros, que no son precisamente conocidos por su afán en crear riqueza, empleo, desarrollo. Y hurtarlo al emprendedor, al industrial, al agricultor, al obrero, al enseñante o al investigador. A estos que los den.

Hay miles de ejemplos: familias desahuciadas sin miramientos, empresarios que ven cerradas todas sus opciones de financiación y tienen que cerrar negocios que han aguantado varias generaciones. Con su cultura de me traes una idea y avales y dinero tuyo y yo te doy un crédito, no se crea riqueza, se crean beneficios para ellos que, año tras año, crisis tras crisis, no paran de crecer. Y si las cosas van mal, llega el Gobierno de turno, que les debe favores, dinero y hasta el cargo y les rescata, traducido, coge dinero de todos los currantes y se lo entrega a ellos sin obligación de devolución. Yo de mayor quiero ser banquero.

4. Un mundo de contrastes

Estoy en el ascensor felicitando el año a un contacto de Facebook al que no conozco personalmente. Sube un vecino con el que comparto bloque desde hace veinte años. Cruzamos un par de gruñidos que no tienen traducción al lenguaje humano y yo me sumerjo en la pantalla del Smartphone y él se engancha a la punta de sus zapatos. Con la media neurona que me queda libre, analizo lo absurdo de la situación y me entra una vergüenza propia que no puedo soportar. Guardo el móvil en el momento en el que llegamos a su piso. Le sonrío y de deseo un año fantástico. Se vuelve sorprendido, agradablemente sorprendido y sonriendo también me desea lo mismo... Duda, se para en la puerta y me pregunta por mi mujer. Es la conversación más larga que hemos tenido en veinte años, reuniones de comunidad de vecinos incluidas.

5. En busca del trabajo perdido

El desgaste para los parados, de cualquier edad, es absolutamente brutal. La sensación de examen permanente, la agonía de esperar una respuesta al envío de un curriculum a una oferta de trabajo, el desencanto y el abismo de negrura del rechazo... La verdad, es un proceso tan incomprensible y sin sentido como obtener la cuadratura del círculo. Se publicita un puesto al que solamente le falta una etiqueta con tu nombre, por preparación, experiencia y perfil demandado, eres de los primeros en contestar, te "seleccionan" virtualmente, se caen los candidatos, tú sigues al pie del cañón, se cierra el proceso... y nunca te llaman. Otras veces te rechazan en cero coma dos segundos sin que llegues a saber muy bien por qué. Las más de las veces pasan los meses desde el anuncio y el asunto no se menea ni para bien ni para mal.

Y claro, la autoestima vive en un tiovivo de sensaciones generalmente negativas. Por mucha fortaleza mental que se tenga, el paso de los días, la ausencia de salidas, el cierre de las puertas a las que llamas, actúan como topos minando los cimientos de la confianza.

Desde los llamados "poderes públicos" no ayudan nada. Ni planes de empleo. Ni planes de formación. Ni dios que lo fundó. Solamente prepotencia y sacar pecho ante un dato menos malo que otros y esconder la cabeza bajo el ala si vienen mal dadas. No es humano salir en los medios de comunicación afirmando que lo peor ya ha pasado porque en el mes de las contrataciones temporales de refuerzo ha crecido un empleo que morirá tras el fin de las rebajas. Cuando los que queremos trabajar y no podemos nos contamos por millones, hay que demostrar otra sensibilidad y un especial cuidado con los sentimientos que se hieren. Y menos aún vincular el "éxito" de diciembre con la reforma laboral que ha enviado a cientos de miles a la cola del desempleo. Antes de marear con toneladas con datos me quedo con uno: se han perdido más de quinientos mil empleos en dos mil doce. Puros y duros. Con sus familias detrás. Con sus hipotecas. Con su hacer la compra diaria.

6. Los mayas tenían razón

Creo que el mundo se ha acabado. Por lo menos el mundo que hemos conocido después de la Segunda Guerra Mundial. Un mundo de derechos crecientes (sociales, laborales, etc.), tutelado por Estados que se preocupaban por sus ciudadanos. Con comodidades ganadas con el trabajo y el esfuerzo y seguridades gestionadas en interés del bien común. Un mundo de sueldos decentes, transportes públicos subvencionados, atención médica garantizada, preocupación por la educación y la cultura. El mundo en el que se producen bienes y artículos de primera necesidad en el pueblo o en la ciudad de al lado. Todo esto está muerto y enterrado. Hay que resucitarlo como sea.

Este mundo empezó a finiquitar el día que los que mandan perdieron el contacto con la realidad de sus votantes. ¿Cómo? Auto concediéndose prebendas millonarias y vitalicias que convirtieron la carrera política en una burbuja ajena a los problemas de todos los que peleamos por llegar a fin de mes cada día. Como a ellos les da igual, se pone de moda la palabra "recorte", que se justifica por la deuda, el déficit, Alemania o el Rosario de la Aurora. Pero sus privilegios feudales se mantienen contra viento y marea. Se conocen sus abusos, se publicitan en las redes, pero no pasa nada. Cada noticia que sale es peor que la anterior y salpica por igual a partidos de un lado y de otro. El número de indignados crece, las noticias que se suben al Facebook relativas a la casta de parásitos que nos malgobierna, concitan cientos de miles de comentarios. Pero no pasa nada. Ellos siguen a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Unos a mamar y otros a palmar. Así desde que el mundo es mundo.

7. Abrir un proceso constituyente

Entre tanta negatividad, ¿no hay un camino de salida? Creo, modestamente, que sí que lo hay: moverse, asociarse, caminar en la misma dirección, fijar objetivos alcanzables y pelear juntos por ellos. El que no quiera remar, que se baje del barco. A Depardieu no le gusta un determinado impuesto y deja de ser francés y se hace ruso. Pues a tomar ejemplo.

Pienso que España necesita un nuevo marco legal que regule la convivencia entre todos. Y eso se llama Constitución. La actual ha cumplido, con más luces que sombras, con la tarea para la que fue pensada, hacer un tránsito lo más pacífico posible hacia un régimen diferente al que se impuso tras la Guerra Civil. Pero está pasada de moda, anticuada y ya no responde a las necesidades de los tiempos.

¿Cómo lo hacemos? El Gobierno actual dimite y se crea un Gobierno puramente gestor para atender a las decisiones corrientes de ingresos y gastos. Además, se convocan elecciones a seis meses vista para elegir una Cámara constituyente, esto es, cuya única función va a ser aprobar un nuevo texto constitucional. Cada pueblo, cada villa, cada ciudad, articulará medios para que los ciudadanos hagan llegar sus propuestas a los redactores de la Constitución.

Estos representantes no serán diputados como los actuales: para empezar, representarán a sus votantes, a nosotros. Presentarán sus candidaturas nominalmente, en listas abiertas, pudiendo presentarse cualquier ciudadano mayor de dieciocho años. Las circunscripciones electorales se articularán desde las unidades de población más pequeñas (pueblos, barrios, etc.) hasta la mayor (provincia). Y a partir de debates y trabajo serio, el pueblo dota al pueblo de una nueva Constitución. Y, esta vez, cambiaremos para que todo cambie, al contrario de lo que dijo Lampedusa.

8. La noche más hermosa

Estamos en la cuenta atrás para que llegue la noche más hermosa. Hace diecinueve años que mi familia de la Meseta puso en mis manos una varita para convertir una noche y un día especial, en una noche y un día llenos de fantasía, de alegría, de emoción, por resumirlo en una sola palabra: en la noche más mágica.

Para mi la espera de los Reyes tenía su cosilla, su puntito. Cuando descubrí lo que significaba en casa de mi nueva familia y la forma en la que lo vivían del primero al último de la casa, fue como llegar a un mundo absolutamente nuevo. Por unas horas se olvidaba todo lo malo pasado y por venir y la preparación y entrega de los regalos traídos por sus Majestades de Oriente se convertía en un ritual lleno de sentimiento. En estos años he recibido mucho de ellos, en todos los sentidos. Pero el regalo que me hicieron al meterme como partícipe de toda esa magia, es una de las cosas más grandes que siempre llevaré dentro. Gracias desde el corazón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.  

domingo, 25 de noviembre de 2012

¡Cómo me asombras, Rey! (y 6)

Rey alargó con brazos muy despacio, la rodeó con la misma decisión que si estuviera intentando atrapar una pompa de jabón y con la fuerza de una pluma de gorrión cayendo desde un árbol, estampó un suave beso en los carnosos labios que ella le ofrecía. Trista, a quien la decisión que mostraba él le pareció digna de un convento de clausura, entendió al fin que el muchacho necesitaba un ligero empujón, le rasgó la camiseta tirando del cuello, comenzó a acariciarle el pecho y la espalda y le enseñó en tres movimientos básicos la técnica de la perforadora: con la lengua le separó los labios, luego los dientes y para rematar sometió a la lengua de él a una danza copiada de las cobras de la India. A los cinco minutos de tratamiento Trista empezaba a entonarse y Rey caminaba por el Paraíso.

Animado por el ejemplo que acababa de recibir, trató de hacer lo mismo con el chándal de ella pero se le enganchó una uña con la cremallera y se hizo un pequeño corte en el dedo.... Además, las pequeñas heridas de su retaguardia hacía que cada movimiento fuera un calvario para Rey y dificultaban su concentración. Por eso decidió lanzarse a la piscina y aparentando una decisión que no sentía, susurró:

- Arrodíllate... por favor. La sorpresa paralizó de momento y, por un segundo, se arrepintió de haberse presentado en aquella casa. Al fin, su adorador no era más que un hombre pendiente exclusivamente del egoísta amigo que le habitaba entre las piernas. Y rapidillo, por lo que se veía. ¡Hala, al meollo del asunto y hasta luego...! Contradiciendo por una vez su instinto femenino se arrodilló delante de Rey que, en un movimiento absolutamente inesperado, se puso de pie, la rodeó y se colocó también de rodillas a su espalda, poniendo una de sus piernas entre las piernas de ella e invitándola a que apoyara la  espalda sobre su pecho.

Con delicadeza, le apartó el pelo de la nuca y comenzó a besarla con una intensidad desconocida hasta ese momento, recorriendo con labios y lengua el cuello arriba y abajo, rodeando cada oreja de abajo a arriba, mordisqueando, chupando y lamiendo como si se hubiera encontrado el maná de la Tierra Prometida. Entonces, paró  de improviso, cogió una de las vendas que habían quedado en el suelo tras la cura de urgencia y le cubrió los ojos de forma que no le permitía ver nada. 

Rey le bajó la cremallera y le quitó la chaqueta del chándal con lentitud, como a cámara lenta; luego cogió las tijeras de las curas y le rajó los pantalones por ambos lados. A Trista solamente la cubría el pequeño slip brasileño color piedra y la venda sobre los ojos, se sintió vulnerable y pensó fugazmente en las partes de su cuerpo que deberían estar más arriba, más tensas o más tersas, aunque lo que vino después se comió sus dudas estéticas en un abrir y cerrar de dedos. Él, con una camisa hecha jirones y un boxer que amenazaba estallar por las costuras, recordó las lecciones de Arte que le habían explicado el canon de la belleza y comprendió todas las explicaciones en un vistazo

El tímido y apocado amante que se sobresaltó con la fuerza del primer beso, había pasado a manejar la situación y la conducía con seguridad en una dirección que prometía agradables y apetecibles sorpresas... 

En el botiquín había también una botella de aceite de romero. La cogió, se empapó las manos y dejó correr varios chorros por la espalda y los pechos de su excitada pareja. Extendió las palmas y empezando desde los hombros, repartió el aromático líquido eliminando los regueros que recorrían su torso desnudo. Cuando toda su piel brillaba y olía a romero y sudor dulce, metió las manos bajo la escueta braguita y recorrió con movimientos circulares sus nalgas, de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro y luego de abajo arriba y de arriba abajo, una y otra vez, sin hacer fuerza, pero marcando cada centrímetro que recorría.

Trista sentía como el calor crecía en su nuca y una pequeña, al principio, llama de energía se encajaba en la base de su espalda; al tiempo, manoteaba intentando acariciar a Rey sin lograrlo y su respiración aumentaba en frecuencia e intensidad. Fue cuando él le lazó las muñecas con otra de las vendas de la caja.

Volvió al punto donde lo había dejado y sus manos aletearon por todo el contorno del cuerpo de ella tal como había hecho en sus duermevelas de las últimas semanas. Había imaginado tantas veces los pliegues, cada pequeño escondite, poro o cicatriz, que no necesitaba guiarse por otro sentido que su tacto. Aún así, le maravilló la suavidad de la piel que tocaba. Teñida de color y calor por efecto de las caricias, las yemas de sus dedos la recorrían como si pasara sobre pétalos de rosa o un arroyo de agua templada los envolviera. Apoyado en las caderas, subía por sus costados hasta las axilas, se desplazaba hasta el centro de la columna y bajaba parándose en cada vértebra como si fueran peldaños; al llegar al final, sus manos se hundían en el pequeño valle que marcaba el principio de la curva de sus glúteos.

Explorada aquella parte, las manos de Rey giraron en la cintura y se posaron en su vientre. Una subía al tiempo que la otra bajaba, dibujaba círculos, espirales, ascendía por encima del ombligo y descendía hasta el borde del pubis. Ella jadeaba y en un fogonazo le vino a la mente un libro que había leído y hablaba no sé qué de despertar a una diosa; se acordaba también de un amigo holandés de tres velocidades que guardaba en el cajón de la mesilla de noche. Ni libro, ni amigo holandés. Aquel muchacho bisoño que la miraba embelesado a través del patio de luces, tenía manos de cirujano, dedos de pianista y, por lo que notaba a través de la ropa, instrumento de saxofonista.

Mientras, el muchacho bisoño sentía como toda su sangre palpitaba en una carrera frenética por llegar al centro de su cuerpo. Gruesas gotas de sudor hacían carreras sobre su piel y se mezclaban con la transpiración de la mujer. Al encontrarse las gotas, la luz de la habitación dibujaba pequeñas chispas en el aire. El ritmo de las respiraciones solamente se dejaba de oír cuando hablaban los besos y subía y bajaba conforme las manos de él y la piel de ella iban avanzando en la danza del placer compartido.

Cuando el ombligo y el vientre de Trista amenazaban con entrar en ebullición, las manos de Rey empezaron a avanzar en clara línea ascendente. Ella arqueó la espalda sintiendo por anticipado lo que iba a llegar. Efectivamente, con las palmas hacia arriba, cada una de sus manos llegó desde abajo a la ladera de sus senos. Como el orfebre que está modelando una figura de oro caliente, los dedos recorrieron los pechos milimétricamente, sin dejar un mínimo resquicio sin explorar. Sabiendo muy bien qué hacer, en algunos puntos presionaba con sus yemas, en otros se abrazaba a ellos con la mano abierta, dibujaba líneas y elipses apenas con un roce de sus uñas sobre las coronas rosadas que protegían los pezones...

Parecía que el tiempo se había detenido a observar el baile de los amantes. El cuerpo de la chica asemejaba un chelo de gráciles formas que él abrazaba, acariciaba, rozaba y pellizcaba para deleitar al mundo con los callados sonidos de los suspiros y gemidos de ambos. La intensidad de los movimientos crecía paulatinamente y los dos cuerpos parecían fundirse en uno solo cuando Rey  bajó sus manos hasta las rodillas de Trista, ascendió por la parte interna de sus muslos, que ardían como antorchas húmedas y descendió para volver a subir y a bajar y a subir y a bajar. ¿Éste hombre se va a quedar ahí? En cada fricción, los muslos de ella se habían ido separando un poco más, hasta dejarle el camino expedito. Cuando sus dedos, que parecían haber cobrado vida y actuar al dictado de una llamada atávica, se zambulleron en el pequeño estanque que había brotado entre las piernas de Trista y se internaron hasta el centro mismo de su deleite, ella tensó todos sus músculos y sintió que la hoguera que ardía en sus entrañas explotaba y llevaba descargas hasta las puntas de los dedos de sus pies y sus manos y hasta la raíz misma de sus cabellos, provocando pequeños espasmos que se expandían en círculos desde el punto que masajeaban los dedos de Rey. Ni siquiera el amigo holandés la había llevado tan alto. Y eso que todavía faltaba la guinda del pastel...

- Desátame, alcanzó a decir cuando sus jadeos empezaron a normalizarse. Para estar en igualdad de condiciones, ahora tú te vas a correr.

Fuera por lo autoritario del tono de voz, fuera por la ausencia total de sangre en el cerebro del mozo -cosa lógica, ya que el purpúreo líquido era esencial en aquel momento para dar vida a otra parte del cuerpo-, no pilló muy bien la intención de la frase. Con cara de resignación y de no entender muy bien lo que se esperaba de él, cogió unos vaqueros y una camiseta del armario, se los puso a la velocidad del rayo y en menos que canta un gallo salió de la habitación y del piso. Trista era la que ahora no entendía nada, desmadejada en el suelo por el fragor de la reciente batalla y paralizada por los derroteros que tomaba el asalto sexual.

- ¡...aaannnnnnaaaaaaaa! ¡Te quierooooooooooo!, le pareció oír a través de la ventana del cuarto. No es posible... Al tercer alarido ya se había convencido que todo era posible con su nueva pareja: al asomarse a la ventana, vio a Rey dando vueltas al patio de luces, corriendo con toda la fuerza que desarrollaban sus piernas. 
- ¿Era ésto lo que querías?, le chillaba desde abajo mientras adornaba la carrera con cabriolas a la manera de Rumpelstikin, el enano saltarín.

Sonriendo complacida, Trista pensó que aquello parecía el principio de una larga relación y si no lo era, ¡qué diablos!, al menos era un buen principio. También pensó que le gustaba más como sonaba Anna para diminutivo de su horrible nombre. Y pensando en lo que iba a hacerle cuando acabara con la demostración atlética, murmuró:

- ¡Cómo me asombras, Rey!

martes, 20 de noviembre de 2012

¡Cómo me asombras, Rey! (V)

¡Por fin! Después de muchas aventuras, nuestros dos protagonistas se encontraban cara a cara, sin pizzas, tendederos o patios de luces entre ellos. La verdad, el encuentro no pasará a los anales de la historia romántica de la Humanidad: Trista, con las prisas y el susto del desastre intuido en la casa del vecino, se había tirado encima un chándal de propaganda -Ron Negrita es lo que te excita- de color azul eléctrico y que le sobraba por delante, por detrás y por los lados; Rey se adornaba con una camiseta negra que blandía orgullosa el lema No necesito sexo, el Gobierno ya me jode bastante y un boxer de topitos rosas por delante y de trozos de cristal traspasando topitos rojos por detrás. A él, ella le pareció preciosa. A ella, él le pareció un eccehomo.

- Hola, me llamo Tristana, aunque todo el mundo me llama Trista.
- Yo, yo, soy Juan Carlos, pero me llaman siempre por mi apellido, Rey. Hasta mi madre lo hace...

Mal empezamos. Primera vez que nos vemos y ya me está hablando de su madre.... ¡¡Coño, qué hago mentando a mi madre...!!

- He venido a ver si sobrevivías al golpe, jeje. Su sonrisa iluminó el descansillo de la escalera en el mismo momento en que se apagaba la luz comunitaria. Rey notó un perfume a amapolas y madreselvas que se extendía alrededor de Tristana -¿qué nombre más raro, no?-, pero no era más que una ilusión olfativa, porque la vecina de arriba cocinaba una coles de Bruselas que apestaban a todo el vecindario.

- ¿Me vas a invitar a pasar o seguimos hablando a oscuras y con este tufo a repollo de acompañamiento?
- No es repollo, son coles de Bruselas. ¡Dios! Pero qué bobo soy. Perdona, pasa por favor.

Pasaron al pequeño salón, Trista pensando que estaba perdiendo lastimosamente el tiempo y Rey boqueando como un pez al que han sacado súbitamente del estanque. Se quedan unos segundos de pie, mirándose y acaban sonriendo. Él con cara de bobo. Ella con pequeñas chispas en los ojos. 

Ella se sienta mirando divertida a su alrededor. Desorden, folios de papel garabateados por todas partes -desparramados en la alfombra, grapados a las paredes, encima de los muebles- y estanterías llenas de libros desde el suelo al techo, con algún hueco para fotos gigantes de "El Señor de los Anillos".... Hum....¿friki?

Rey se queda de pie, confuso, arrepentido del desorden en el que vive y de los póster de Légolas, Aragorn y demás miembros de la Comunidad del Anillo. Duda si sentarse, invitarla a tomar algo o darle un beso que la deje sin habla. Esto último le pasó una milésima de segundo por la cabeza pero se arrepintió en el mismo instante... Una mujer cómo aquella...

- Si no dejas de mirarme las tetas te pego un guantazo que te vuelvo las orejas. Trista nunca se había caracterizado por su diplomacia.
- Per..per...per..do..na. El apuro que le provocó el momento, la certeza que su amada iba a salir por piernas de su casa y nunca más le permitiría acercarse a él, le provocó un estado cercano a la estupidez momentánea que le llevó a sentarse de golpe en el sillón al lado del sofá en el que estaba Trista.

El coyote cuando se le escapa el correcaminos no aúlla con menos intensidad que el pobre Rey cuando sus nalgas se apoyaron en el sillón y colocaron un poco más dentro de su carne los trozos del cristal de la lámpara que aún formaban parte de su atuendo. Más sangre y el pobre muchacho al borde del desmayo. Inmediatamente Trista se hizo cargo de la situación. Para algo era Jefa de Personal de El Corte Inglés y había pasado todos los cursos de prevención de riesgos laborales. Pidió vendas, agua oxigenada, gasas y yodo, hizo que Rey se tendiera boca abajo en el sofá, le quitó la camisa, le bajó el boxer e inició una cura de urgencia. La verdad, nunca quitarle la ropa a un hombre había tenido menos de erótico.

Aunque, bien mirado y sin dejar de prestar de atención a la cura, el mozo tenía un trasero bien torneado y sorprendentemente !depilado¡ Sin ser un Adonis, Rey tenía un cuerpo atractivo que carecía de músculos al uso -la única tableta de chocolate que había en la casa estaba en el frigorífico- pero que formaba un conjunto armonioso y agradable.

Mientras se remendaba poco a poco su piel -heridas más escandalosas que peligrosas-, el orgullo masculino de nuestro protagonista flotaba en uno de los niveles más bajos de su historia, codeándose con su autoestima. En realidad, solamente el día que su profesora de Inglés le sorprendió dibujando corazones en su cuaderno al lado del nombre ambos había caído tan bajo. Echado en un sofá, medio en pelotas, al lado de la mujer de su vida y con el culo como un queso de gruyere... Y la eterna aspiración de ir al gimnasio una y otra vez abandonada: el período más largo pasado en un centro deportivo eran los seis meses del año pasado, pero se limitaba a las dos horas semanales que le pagaban para instalar el software en los ordenadores de la oficina. Y a sus músculos no les había aprovechado nada.

Después de unas manitas de agua oxigenada, unas pinceladas de yodo y un par de gasas, el ego seguía supurando pero el trasero de rey estaba mucho mejor. A él le permitía sentarse con un poco de dignidad en el borde del sillón y a Trista le había brindado un nuevo punto de vista sobre su desconocido vecino. Punto de vista que mejoraba varios puntos la pobre impresión con la que había comenzado la velada.

A pesar de todo, la situación estaba completamente bloqueada. Aquel tío la sangre de horchata o no se iba a decidir nunca a ofrecerle otra cosa que no fueran miradas de cordero colgado de un gancho por los corvejones o suspiros lánguidos entre miradas furtivas a los puntos calientes de su anatomía... Para más incordio, los ojos de él bizqueaban entre trasero y delantera, precisamente las dos partes de su cuerpo de las que estaba menos satisfecha, por ser un poco generoso en la apreciación. Más bien renegaba constantemente de ellas, más grandes de lo que hubiera deseado, un pelín fuera del canon top model imperante y con una peligrosa tendencia a volver a la madre tierra, esto es, a irse hacia abajo. Si hubiera sabido los deseos y adjetivos que sugerían a su extraño vecino, además de sentirse mucho mejor consigo misma, se habría reído a carcajadas durante varias horas.

Después de unos cuantos minutos de titubeos, Trista se puso el mundo por montera, fijó sus pupilas en las de Rey -que aún se preguntaba si había sufrido una alucinación ya que no eran tan verdes como recordaba- y pronunció una frase que abría una nueva etapa en su relación.

- ¿Es que no vas a acercarte a mí en toda la noche? La habitación se llenó inmediatamente de un penetrante aroma a hierbabuena y azahar que envolvió a Rey como una nube y lo desplazó levitando hasta sentarlo, suavemente que las heridas no estaban cerradas del todo, a escasos centímetros de su amada.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Lo que me pide el cuerpo

Mis amables lectores me demandan un continuación para la historia de amor de esos dos personajes tan entrañables con los que hemos intimado, Trista y Rey. En breve sabremos los caminos que recorre su relación, pero hoy el cuerpo me pide otra cosa, me pide que cuente otro tipo de historia mucho más cercana y que tiene poco de agradable.

La idea me la ha sugerido la patente proximidad ideológica que los dos grandes partidos nos demuestran cada día que pasa y que dos de sus representantes han resumido en una agudas palabras. Por un lado, Andrea Fabra diputada del PP, adornó con un estentóreo "¡Qué se jodan!" el anuncio del recorte en el importe de la prestación de desempleo; por otro, María Antonia Trujillo ex ministra de Vivienda del PSOE que intentó convencernos de las bondades de vivir en 30 metros cuadrados, acaba de publicar en su Twtitter a cuenta del tema de los desahucios que "El que tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado". Dos formas de expresarlo y una sola ideología verdadera, que el ciudadano apechugue con lo que ha elegido.

A estas dos joyas políticas les quiero contar la historia de la pareja formada por José Antonio García González y María del Carmen González García (nombres ficticios elegidos por ser los más frecuentes en España) aunque sé que ni les importa, ni la van a leer. Nuestra pareja se casó en 1995 recién estrenada la treintena, Maricarmen acababa de sacar una plaza de personal laboral en el Ayuntamiento de su ciudad y Jose peleaba por sacar adelante el pequeño negocio familiar. En 2002, después de mucho pensarlo y ante el próximo nacimiento de su primer hijo (Antonio), se embarcaron en la decisión que iba a cambiar su vida: dejar de pagar alquiler y pagar una casa en propiedad.

La decisión y luego la elección del piso costó más tomarla que lo que les llevó el papeleo de la hipoteca. Sumando un sueldo de empleada municipal a los ingresos más o menos regulares de Jose como empresario (tercera generación de comerciantes con una de esas ferreterías en las que hay de todo), algo más de dos mil euros mensuales entre los dos, les abrió las puertas a todas las facilidades del mundo a la hora de contratar su préstamo. Fueron prudentes, estudiaron opciones, mibor, euribor, carencias, intereses, pisos, pareados y chalets y eligieron un adosado de 105 metros útiles en dos plantas y garaje a veinte minutos del centro de la ciudad y ciento setenta y cinco mil euros de precio, una ganga por materiales, acabados y precios de la zona. Con el fin de  disponer de algo más de liquidez para el negocio y poder cambiar el coche, aprovechando que la Caja les ofrecía el 150% del valor de tasación de la vivienda, pidieron doscientos mil euros a veinticinco años por una cuota hipotecaria  de 1.111 euros/mes a interés variable. Total, los tipos de interés solamente podían bajar...

La vida siguió avanzando y dando vaivenes para bien y para mal. Frente a la estabilidad del trabajo y de los ingresos de Maricarmen, el negocio familiar se constipaba y mejoraba según el viento anual de la economía. En 2007, coincidiendo con el nacimiento del segundo hijo de la pareja (una niña, Carmela), la revisión de la hipoteca trajo un aumento de la cuota de 117 euros al mes; la revisión de 2008 fue peor, porque el incremento mensual fue de 122 euros. Entre 2002 y 2008 los precios en su ciudad subieron más de un veinticinco por ciento -el gasóleo, por ejemplo, nada más que 44 céntimos por litro- y la renta de la familia García González apenas sufrió variación porque sucesivos casos de corrupción arruinaron al Ayuntamiento donde trabaja Maricarmen y casi congelaron su sueldo y porque Jose cada día competía peor con los productos de peor calidad, pero más baratos, que vendían la tienda de enfrente, las grandes superficies y cualquiera que abría un local de lo que fuera.

Ante el riesgo de empacharos con tanto número (todos ellos sacados de anuarios y resúmenes de esos años), voy resumiendo. En 2010 Jose tuvo que cerrar el negocio que había abierto su abuelo porque el estrés y la tensión por la continua caída de ventas, le provocaron una bajada de defensas que le debilitó hasta el punto de provocar su baja laboral y la imposibilidad de pagar a un asalariado. Es verdad que a partir de 2008 el euribor había caído en picado, pero por no se qué cláusula de suelo en su hipoteca nunca han pagado menos de setecientos euros mensuales. Con ayuda familiar, apretándose el cinturón hasta la hebilla y agotando los ahorros de toda su vida, aguantaron gracias al trabajo de Maricarmen hasta febrero de 2012. En ese mes, el Ayuntamiento la despidió por causas económicas con una indemnización de veinte días por año.

Hoy, 19 de noviembre, tienen abierto un procedimiento de desahucio porque han acumulado cinco cuotas de hipoteca atrasadas y la Caja (que ha pasado por tres fusiones, dos de ellas fallidas y un rescate y medio con fondos públicos) les reclama 67.000 euros de principal -parte del préstamo aún no devuelta-, mas 33.000 euros que prudencialmente se presupuestan para intereses y costas. Según les ha informado su Abogado de oficio, cuando la Caja se quede con su adosado todavía le deberán dinero, porque el valor de tasación y aún menos el valor de remate no cubren el importe de la deuda que les reclaman.

Y este es el final de la historia. Para María del Carmen y José Antonio, de 47 años cada uno -ha sido coincidencia, lo juro-, parada ella (cobra 795 euros netos mensuales) y sin trabajo él (recuérdese que era autónomo, o sea, sin derechos), con dos hijos de diez y cinco años a los que les cobran por llevar el tupper al cole, el panorama no tiene brotes verdes a la vista. Ya sabemos las dos recetas para salir del pozo que se les ofrecían al principio de esta reflexión: "¡qué se jodan!" y "que paguen lo que deben"

Una de las que esto dice, cobra unos cuatro mil euros al mes, come cada día por poco más de tres euros, cobra dietas, desplazamientos -por cierto, todos le pagamos las multas de tráfico que le impongan-, tiene IPad, IPhone, ordenador portátil y conexión a internet gratis.... La otra, como ex ministra, tuvo derecho a dos años de indemnización a razón del 80% de su sueldo ministerial (entre sesenta y setenta mil euros por año), compatible con cualquier otro sueldo público o privado. Cualquiera de las dos que acumule siete años como diputada o senadora, se asegura también el 80% de la pensión máxima de nuestro sistema, aunque no cotice un solo día más.

¿Qué hacemos? ¿Seguimos yendo a votar cada cuatro años? ¿Votamos en blanco o nulo o no vamos a votar, para favorecer así a los partidos mayoritarios? Hay una iniciativa en marcha -"escaños en blanco" se llama-, que propone votar a candidatos que se comprometen a no jurar su cargo si son elegidos, con lo que supone un ahorro para nuestros sufridos bolsillos... No me parece mal del todo, pero es disparar flechas contra aviones a reacción. Si consiguen cientos de miles de votos, muchos cientos de miles, en el congreso habrá tres o cuatro escaños vacíos, nos ahorramos esos sueldos, ponemos un poco más cara la mayoría absoluta (que se calcula sobre el total de Diputados, vayan los que vayan), pero el lobby político seguirá campando a sus anchas. Y María del Carmen, José Antonio, Antonio y Carmela, y como ellos millones de españoles, seguirán esperando una solución que no llega...

Besos para ellas y abrazos para ellos.