domingo, 18 de noviembre de 2012

Lo que me pide el cuerpo

Mis amables lectores me demandan un continuación para la historia de amor de esos dos personajes tan entrañables con los que hemos intimado, Trista y Rey. En breve sabremos los caminos que recorre su relación, pero hoy el cuerpo me pide otra cosa, me pide que cuente otro tipo de historia mucho más cercana y que tiene poco de agradable.

La idea me la ha sugerido la patente proximidad ideológica que los dos grandes partidos nos demuestran cada día que pasa y que dos de sus representantes han resumido en una agudas palabras. Por un lado, Andrea Fabra diputada del PP, adornó con un estentóreo "¡Qué se jodan!" el anuncio del recorte en el importe de la prestación de desempleo; por otro, María Antonia Trujillo ex ministra de Vivienda del PSOE que intentó convencernos de las bondades de vivir en 30 metros cuadrados, acaba de publicar en su Twtitter a cuenta del tema de los desahucios que "El que tenga deudas que las pague. Que no se hubiera endeudado". Dos formas de expresarlo y una sola ideología verdadera, que el ciudadano apechugue con lo que ha elegido.

A estas dos joyas políticas les quiero contar la historia de la pareja formada por José Antonio García González y María del Carmen González García (nombres ficticios elegidos por ser los más frecuentes en España) aunque sé que ni les importa, ni la van a leer. Nuestra pareja se casó en 1995 recién estrenada la treintena, Maricarmen acababa de sacar una plaza de personal laboral en el Ayuntamiento de su ciudad y Jose peleaba por sacar adelante el pequeño negocio familiar. En 2002, después de mucho pensarlo y ante el próximo nacimiento de su primer hijo (Antonio), se embarcaron en la decisión que iba a cambiar su vida: dejar de pagar alquiler y pagar una casa en propiedad.

La decisión y luego la elección del piso costó más tomarla que lo que les llevó el papeleo de la hipoteca. Sumando un sueldo de empleada municipal a los ingresos más o menos regulares de Jose como empresario (tercera generación de comerciantes con una de esas ferreterías en las que hay de todo), algo más de dos mil euros mensuales entre los dos, les abrió las puertas a todas las facilidades del mundo a la hora de contratar su préstamo. Fueron prudentes, estudiaron opciones, mibor, euribor, carencias, intereses, pisos, pareados y chalets y eligieron un adosado de 105 metros útiles en dos plantas y garaje a veinte minutos del centro de la ciudad y ciento setenta y cinco mil euros de precio, una ganga por materiales, acabados y precios de la zona. Con el fin de  disponer de algo más de liquidez para el negocio y poder cambiar el coche, aprovechando que la Caja les ofrecía el 150% del valor de tasación de la vivienda, pidieron doscientos mil euros a veinticinco años por una cuota hipotecaria  de 1.111 euros/mes a interés variable. Total, los tipos de interés solamente podían bajar...

La vida siguió avanzando y dando vaivenes para bien y para mal. Frente a la estabilidad del trabajo y de los ingresos de Maricarmen, el negocio familiar se constipaba y mejoraba según el viento anual de la economía. En 2007, coincidiendo con el nacimiento del segundo hijo de la pareja (una niña, Carmela), la revisión de la hipoteca trajo un aumento de la cuota de 117 euros al mes; la revisión de 2008 fue peor, porque el incremento mensual fue de 122 euros. Entre 2002 y 2008 los precios en su ciudad subieron más de un veinticinco por ciento -el gasóleo, por ejemplo, nada más que 44 céntimos por litro- y la renta de la familia García González apenas sufrió variación porque sucesivos casos de corrupción arruinaron al Ayuntamiento donde trabaja Maricarmen y casi congelaron su sueldo y porque Jose cada día competía peor con los productos de peor calidad, pero más baratos, que vendían la tienda de enfrente, las grandes superficies y cualquiera que abría un local de lo que fuera.

Ante el riesgo de empacharos con tanto número (todos ellos sacados de anuarios y resúmenes de esos años), voy resumiendo. En 2010 Jose tuvo que cerrar el negocio que había abierto su abuelo porque el estrés y la tensión por la continua caída de ventas, le provocaron una bajada de defensas que le debilitó hasta el punto de provocar su baja laboral y la imposibilidad de pagar a un asalariado. Es verdad que a partir de 2008 el euribor había caído en picado, pero por no se qué cláusula de suelo en su hipoteca nunca han pagado menos de setecientos euros mensuales. Con ayuda familiar, apretándose el cinturón hasta la hebilla y agotando los ahorros de toda su vida, aguantaron gracias al trabajo de Maricarmen hasta febrero de 2012. En ese mes, el Ayuntamiento la despidió por causas económicas con una indemnización de veinte días por año.

Hoy, 19 de noviembre, tienen abierto un procedimiento de desahucio porque han acumulado cinco cuotas de hipoteca atrasadas y la Caja (que ha pasado por tres fusiones, dos de ellas fallidas y un rescate y medio con fondos públicos) les reclama 67.000 euros de principal -parte del préstamo aún no devuelta-, mas 33.000 euros que prudencialmente se presupuestan para intereses y costas. Según les ha informado su Abogado de oficio, cuando la Caja se quede con su adosado todavía le deberán dinero, porque el valor de tasación y aún menos el valor de remate no cubren el importe de la deuda que les reclaman.

Y este es el final de la historia. Para María del Carmen y José Antonio, de 47 años cada uno -ha sido coincidencia, lo juro-, parada ella (cobra 795 euros netos mensuales) y sin trabajo él (recuérdese que era autónomo, o sea, sin derechos), con dos hijos de diez y cinco años a los que les cobran por llevar el tupper al cole, el panorama no tiene brotes verdes a la vista. Ya sabemos las dos recetas para salir del pozo que se les ofrecían al principio de esta reflexión: "¡qué se jodan!" y "que paguen lo que deben"

Una de las que esto dice, cobra unos cuatro mil euros al mes, come cada día por poco más de tres euros, cobra dietas, desplazamientos -por cierto, todos le pagamos las multas de tráfico que le impongan-, tiene IPad, IPhone, ordenador portátil y conexión a internet gratis.... La otra, como ex ministra, tuvo derecho a dos años de indemnización a razón del 80% de su sueldo ministerial (entre sesenta y setenta mil euros por año), compatible con cualquier otro sueldo público o privado. Cualquiera de las dos que acumule siete años como diputada o senadora, se asegura también el 80% de la pensión máxima de nuestro sistema, aunque no cotice un solo día más.

¿Qué hacemos? ¿Seguimos yendo a votar cada cuatro años? ¿Votamos en blanco o nulo o no vamos a votar, para favorecer así a los partidos mayoritarios? Hay una iniciativa en marcha -"escaños en blanco" se llama-, que propone votar a candidatos que se comprometen a no jurar su cargo si son elegidos, con lo que supone un ahorro para nuestros sufridos bolsillos... No me parece mal del todo, pero es disparar flechas contra aviones a reacción. Si consiguen cientos de miles de votos, muchos cientos de miles, en el congreso habrá tres o cuatro escaños vacíos, nos ahorramos esos sueldos, ponemos un poco más cara la mayoría absoluta (que se calcula sobre el total de Diputados, vayan los que vayan), pero el lobby político seguirá campando a sus anchas. Y María del Carmen, José Antonio, Antonio y Carmela, y como ellos millones de españoles, seguirán esperando una solución que no llega...

Besos para ellas y abrazos para ellos.

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